Introducción

José Luis Talancón Escobedo
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En los últimos veinte años ha venido cobrando relevancia la producción historiográfica sobre un ámbito que define a la Edad Moderna: la mutua interacción que vienen sosteniendo el progreso científico-técnico y el cambio social. La relación que entre naturaleza y cultura científico-técnica se viene gestando desde el siglo XVI, consolidó una idea de tiempo lineal y de progreso, un modelo de civilización abierta, diversa y depredadora, y un estereotipo de realidad social que no siempre ha sido certero en sus posibilidades y opciones técnicas. Una de las herencias más claras de esa modernidad, en su momento triunfante y hoy cuestionada, saturada y en transición, es la incapacidad social para participar en el diseño y producción de esos objetos híbridos con altos contenidos de saber científico y técnico que rodean e inducen nuestra forma de vida cargada de “segundas y terceras naturalezas”. La era de la subordinación final de lo natural a lo sintético ¿habría ya comenzado?

Por ello, los estudios sobre la historia de la ciencia y la técnica no sólo se han ampliado, sino que se han constituido en un ámbito específico de la historia que revela de manera singular el desenvolvimiento de los procesos de modernización de Occidente, con un carácter heurístico que ilumina, profundiza y cuestiona las historias que sobre el poder, la política y el Estado se venían escribiendo. En este sentido, el análisis del saber científico y técnico explica la conformación y desdibujamiento de las sociedades complejas y políticamente (des)organizadas en torno al Estado moderno, el cual hizo de la ciencia, la técnica y la instrucción pública sus principales herramientas de legitimación y fundación. La relación entre saber y poder activó los cambios mentales, promovió los reordenamientos sociales, elevó los alcances productivos, acentuó los procesos de secularización y laicidad y particularmente, propició la institucionalización y profesionalización de prácticas científicas. Todo ello permitió la expansión de los vínculos y las redes creadas entre las diferentes comunidades que participaron en la construcción de los Estados nacionales durante los últimos doscientos años. Tal como lo describe y ejemplifica Luz Fernanda Azuela en la lectura que integra la presente antología: La institucionalización de las ciencias en México durante el Porfiriato.

En el marco que ocupa la historia de la ciencia en la historia mundial, cabe destacar lo que según Lynn White facilitó la supremacía de Occidente sobre el conjunto de las culturas del mundo. Ello se debió en buena medida a la articulación de dos poderosas herramientas con gran capacidad de transformación: la ciencia tradicionalmente aristocrática, especulativa, intelectual en su intención. Y por su parte la técnica de clase baja, empírica, orientada a la acción. La fusión de las dos prácticas, fenómeno ocurrido sólo en Europa y los Estados Unidos, se relaciona con el carácter de las revoluciones democráticas que inventaron el Estado nacional entre 1776 y 1850. Estas constelaciones sociopolíticas redujeron las barreras sociales, tuvieron la tendencia a afirmar la unidad funcional del cerebro y la mano, dieron un paso en la imaginación para producir un sujeto más completo que el ideado por la alta especialidad sugerida por el liberalismo, y acabó por sentar las bases que permitieron la expansión de la clase media, como la más capaz de establecer esa fusión, para generar la movilidad social y la producción de ciudadanos, como los agentes que garantizarían el funcionamiento y la regulación de los equilibrios de poder en el marco jurídico del Estado.

Esta fuerza derivada de la unión de las dos clases sociales fundamentales de las sociedades modernas que prometían el paraíso político, confluyen en la historia de la estructuración racional de Occidente y su expansión por el mundo, fueron acompañadas por las fanfarrias de la Ilustración, sustentada en el orgullo de las transformaciones del saber y la figura central el Estado republicano liberal, en torno al cual se creo un complejo entramado conformado por los ciclos de revoluciones científicas, revoluciones industriales y revoluciones políticas. Por eso Hegel consideraba al Estado moderno como la culminación histórica de la organización social. Entre 1760 y 1840 tienen lugar escenarios intelectuales y momentos históricos de múltiples coincidencias. Una clave fue la revolución en la química de Joseph Priestley y Antonine Lavoisier con la Revolución francesa, la primera descubrió el oxigeno y la verdadera naturaleza del fenómeno de la combustión y la segunda cambió la percepción de la monarquía absoluta y el poder real y simbólico de los derechos humanos. Dos acontecimientos claves para la movilización infinita (Sloterdij) que vendría después.

Ahora vemos que la búsqueda de la verdad, el dinero y la justicia, que acompañaron el ascenso de la burguesía se entreveraron y confundieron a favor del dinero, con lo que se neutralizó el poder revolucionario entregado en su alianza con la clase transformadora de la técnica en el siglo XIX: la clase obrera. Como lo intentamos probar en esta introducción, ello trajo consecuencias de largo alcance, en cuanto a la vigente incapacidad social -no sólo para recuperar tanto los medios de producción, (Marx) o los de administración, (Weber), - sino para apropiarse de un saber vital para su sobrevivencia y que hoy aparentemente está fuera de control social. Hoy esa conjugación entre conocimiento, acumulación de capital e industria, a la vez que genera procesos de legitimación y optimismo, no está en posibilidades de refundar y reordenar el pacto social republicano. La democracia del capital se impone sobre la democracia de los pueblos.

La segunda Modernidad reflexiva en la perspectiva de Ulirch Beck, ha hecho evidente que con la elevación de escala de la mundialización, el poder de comunicación y transformación productiva de las sociedades ha rebasado al Estado nacional, el cual se diluye ante nuevos poderes y nuevas tecnologías que hacen porosas sus fronteras y débiles sus instituciones. Los procesos de explicación y descripción social y política en el marco de un liberalismo triunfante, si bien en su momento constituyeron mecanismos de emancipación, movilidad social, migración y ampliación de la división social del trabajo, multiplicación de nuevos oficios y potenciaron la dinámica productiva e incrementaron los niveles de bienestar, después de los años 80´ del siglo pasado, se encuentran saturados, porque los niveles demográficos han neutralizado los efectos de compensación que las nuevas tecnologías pudieran generar para absorber el desempleo heredado del modelo socio-técnico anterior. Y por otro lado, la gran crisis ambiental que presenciamos a partir de manera contundente en la década de los años 90´, siguiendo a L. White, también es consecuencia histórica, producto de una cultura emergente, enteramente nueva y democrática. La pregunta es: si un mundo ampliamente democratizado y depredador más que sustentable y previsor, puede sobrevivir a sus propias implicaciones y a sus propios riesgos.[1]

La sociología y la historia de la ciencia y la técnica como ámbitos de reflexión, resultan esclarecedores y sugerentes para explicar las opciones con que cuentan hoy los Estados nacionales en América Latina, al otorgar las claves de explicación de los grandes desafíos históricos y sus limitaciones estructurales para alcanzar un desarrollo sustentable. Esta visión complementa la perspectiva de aquellas teorías que pretenden reducir esa insuficiencia estructural a la relación de dependencia que mantiene la región con el mundo y con sus vecinos del norte.

Nuevos conocimientos y viejos problemas sociales

El trazo de mapas y la expansión de la cartografía que trajeron los descubrimientos geográficos del siglo XVI, coinciden con nuestros actuales mapas del genoma humano, seguimos descubriendo terra incógnita . La Edad moderna complemento dos dimensiones de la naturaleza, la toma de conciencia de la amplia Geo (grafía) hasta la conciencia de los genes que hacen posible esa conciencia, un largo camino da través de la jerarquía lógica de las ciencias desde la astronomía hasta la Bio (logía). De las “sustancias” y los “compuestos” a las moléculas y los genes entre orden y caos. ¿Cómo llegamos a esa situación de saturación política y separación entre ciencia y sociedad, que impide una recuperación ética y social del conocimiento y una reducción del riesgo? Se han desbordado las dimensiones del saber y el poder. La frase de Heidegger “llegamos demasiado tarde a la era de los dioses y demasiado temprano a la era del Ser”, puede ser también entendida, en el sentido, de que es demasiado el saber acumulado por nuestra época, para la pobreza espiritual y poca operatividad reflejada en las organizaciones sociales y políticas que comandan el mundo.

Uno de esos ciclos de largo aliento que fortaleció los mercados nacionales e integró con mayor fuerza - por la revolución de los transportes- el mercado mundial, fue el que se abrió entre 1870 y principios de 1940, el cual sentó las bases para el desarrollo industrial capitalista de un mayor número de países del orbe. Sin embargo, el cierre de ese ciclo, implicó la transición hacia la Tercera Revolución Industrial, la cual se caracteriza entre otras cosas por un profundo desfase entre el modelo (fordista-taylorista) anterior y el nuevo modelo, más flexible y con mayor carga de insumos científicos. Los giros hacia la industria civil de sectores de origen militar - nuclear, informática, nuevos materiales y biotecnología-, sembraron una paulatina incomprensión social de la ciencia y una perdida de imagen de certidumbre que había deslumbrado a las generaciones contemporáneas de la Primera Revolución Industrial. La tecnología comenzó a perder su carácter benefactor, como palanca del progreso incondicional que la había distinguido desde los tiempos del ferrocarril y la electricidad.

Si bien en el siglo XIX, el conjunto de las ciencias naturales se convirtió en la principal fuerza de dominación de la naturaleza y en la principal fuente de riqueza material. A partir de la producción de instrumentos de medición fue posible una mayor precisión, calibramiento y cuantificación del mundo real. La química se convirtió -por ejemplo- en la ciencia básica y fundamental de toda la transformación material de nuestra era y en la clave para una mejor comprensión del universo y la naturaleza. De la electrónica a las computadoras, los alimentos y la nutrición, fenómenos como la disminución de la capa protectora de ozono, la minería y los metales, la medicina y los fármacos; todas las enfermedades, incluyendo el SIDA y el cáncer, la esquizofrenia y el síndrome maniaco depresivo; las drogas legales e ilegales; la calidad del agua y mucho de lo que llamamos naturaleza humana. Somos lo que somos debido, al menos en gran parte, a los átomos y las moléculas que nos constituyen, y a cómo éstos interactúan. De una manera profunda y fundamental la química nos hace lo que somos. Por ello, saber al menos algo acerca de la química es un prerrequisito básico para el conocimiento de la sociedad humana, particularmente en nuestra altamente tecnificada civilización mundial. Se toman decisiones políticas todos los días en las capitales del mundo basadas en el conocimiento de la química.

Por ello cabe reiterar la importancia del matrimonio entre ciencia y técnica, porque encuadró las energías sociales, contribuyó al diseño de un nuevo orden social bajo una renovada y más racional legitimidad jurídico-política, comandada por nuevas profesiones en donde los químicos, los ingenieros y los médicos, entre otras, fueron portadoras de ese nuevo poder de instrumentación y legitimación de la práctica del saber. . [2] En este contexto, ¿Cómo pueden los ciudadanos especialmente en las democracias influir en las decisiones que toman sus legisladores si entendemos tan poco de química? Desafortunadamente esos saberes, conforme escapan al conjunto social, se descarrilan en la misma medida en que alguna vez sirvieron para declarar la guerra a los ecosistemas con la misma beligerancia con la que la industria y la ingeniería genética le declara la guerra a la evolución.

En efecto, a partir de la segunda mitad del siglo XX, a partir de la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar una nueva oleada de racimos tecnológicos como denominaba J. Schumpeter, que podemos agrupar en una Tercera Revolución Industrial, cuya acentuación en los últimos quince años ha venido cobrando relevancia a partir del impacto de las nuevas tecnologías. Las cuales han venido incidiendo en la política, la economía y la sociedad, en fenómenos como la globalización[3] , el rol del Estado nacional, la transformación en la esfera laboral, el surgimiento de nuevas especialidades, oficios, formas de organización productivas, nuevos patrones de consumo y en suma un desplazamiento a las actividades de consumo, y terciarización de la vida que se presentan entre otras formas bajo la profunda diferenciación de las sociedades complejas y los grados de abstracción implícitos en la evolución científica.

La complejidad del fenómeno deriva del tipo de conocimiento científico adquirido y heredado en nuestro siglo, muy distinto -por ejemplo- a los conocimientos de la física clásica Kepler, Galileo, Newton [4]. La leyenda de Pasteur, las descripciones de Darwin o Carnot, fueron explicaciones científicas que aunque de manera borrosa o imperfecta, entraban en la mente de los hombres, incluso si estos carecían de preparación especializada, influían en su forma de vivir y de percibir el mundo y por consiguiente había una mayor comunicación en un espacio público en formación con vitalidad cultural donde fluían expresiones literarias y artísticas, más o menos comprensibles y manejables, conocimientos modestos de propiedades verificables que coincidían con la idea de progreso, que impregnaba todo el entusiasmo generalizado de la época.

Pero en la última centuria, con la mecánica cuántica y los mayores avances teóricos de la física, aportada por Fermi, Einstein o Heisenberg, estos conocimientos no tan fácilmente asimilados y digeridos por el patrimonio cultural común, se acompañan de una reputación negativa de la física: se habla de paradojas, de limitaciones en el conocimiento. Algunos sabios señalan que francamente hoy ya no hay nada más que comprender. Tal es el caso del físico Roland Omnés, quien escribe que con la relatividad, la teoría del conocimiento ha dejado, sin duda para siempre, de filtrarse en la representación intuitiva, para fundarse sólo en conceptos cuya sola formulación digna de fe pasa por un formalismo matemático. [5]

Este proceso se ha acentuado en la última década con la lectura del genoma humano, las distancias y velocidades que se revelan en el núcleo atómico, las neurociencias, o la teoría de cuerdas, las cuales han abierto un abismo entre la ciencia y su comprensión social. La ciencia contemporánea da la impresión de haber reducido la evidencia sensible, presente durante siglos en el conocimiento de la naturaleza, a favor de una inevitable y creciente abstracción que parece imposible trasponer a la fantasía, convertir en imagen y metáfora, ponerlas en relación con la vida de una manera más accesible.

Paradójicamente, este saber científico - un saber fuerte que domina al mundo, - no logra convertirse en cultura, salir de su ámbito especializado, incidir en la sensibilidad y el imaginario de los hombres. El descubrimiento del ADN que culminó en la lectura del genoma humano– susceptible de trastornar radicalmente la realidad y los valores, - es a grandes rasgos, aprehensible, pero la mecánica cuántica se asoma a otra realidad, donde rigen otras leyes y sobre todo otras lógicas, refractarias a las categorías de nuestra razón y nuestra sensibilidad [6]. Que la ciencia tenga acceso a esos profundos secretos de la naturaleza hace que la analogía más importante entre estas tecnologías, la biotecnología y la nuclear, consista en que nos ubican en el rango de los riesgos desconocidos, en la línea de riesgos de los cuales no tenemos ninguna hipótesis. Este es tal vez el punto crítico de las grandes controversias acerca de las nuevas tecnologías de nuestro tiempo. [7]

El curso y las lecturas de historia y sociología de la ciencia y la técnica que componen esta antología, - útil para estudiantes de primer nivel de cualquier licenciatura o ingenierías que se imparten en la Universidad Nacional Autónoma de México, - abordan la dinámica de la realidad social que silenciosamente ha contribuido a la caracterización de las sociedades contemporáneas como sociedades del conocimiento, tratando de reducir ese abismo entre los conocimientos alcanzados y la cultura media que cada individuo porta en su cabeza en estas sociedades. Ahí comprobamos que el adjetivo de sociedades del conocimiento rebosa a veces de un optimismo ingenuo.

El objetivo principal de la presente antología es analizar la interacción entre ciencia y sociedad, a partir de responder a ciertas preguntas concretas: ¿Por qué y cómo es que la ciencia y la técnica se convirtieron en la fuente del cambio social a partir de los últimos cuatro siglos, pero particularmente desde el siglo XIX? ¿Por qué algunas sociedades fueron culturalmente más proclives al descubrimiento científico, a la invención técnica y al cambio de aproximaciones mentales a la realidad que otras? O más específicamente ¿Cómo ocurren los cambios epistemológicos y sucumben los paradigmas científicos? ¿Tiene la difusión y generalización de la perspectiva científica y racional efectos de uniformización en culturas y sociedades o contribuyen a la simplificación del trabajo y a la comunicación entre ellas? La ciencia, ahora constituida como parte de las soluciones, también forma parte de los problemas a los que nos enfrentamos, ¿puede en ese sentido auxiliarnos a reducir la proliferación de riesgos?

El curso tiene como propósito otorgar al alumno un acceso al uso de herramientas teóricas y metodológicas en las disciplinas de la historia, la sociología, que le permitan analizar las condiciones sociales y culturales que propiciaron el salto de la técnica artesanal a la técnica industrial. Comprender la articulación entre ciencia, técnica y sociedad. Estudiar la dinámica social y sus transformaciones materiales desde las capacidades desplegadas por la propia cultura técnica, la cual la podríamos definir como una cultura basada en la invención de la invención.

Al describir Karl Marx las características de los procesos sociales implicados en la Revolución industrial del siglo XVIII señalaba: “ ... la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia , y con esto asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones inmediatas que surgen de ella” . [8]

Estos señalamientos resultan de una gran actualidad y vigencia cuando observamos que la fuerza y motor de las denominadas sociedades del conocimiento y del riesgo, son precisamente la aplicación de los conocimientos científico-técnicos, cuyas decisiones modelan y perfilan los comportamientos y actitudes colectivas y se convierten en el ámbito central de las decisiones políticas. Los asuntos públicos no son otra cosa que decisiones técnicas. Como señalábamos anteriormente, no es una coincidencia que sea precisamente a partir de la década de los sesentas del siglo XX, cuando comenzó a surgir un quiebre en la imagen de confianza que la sociedad tenía en la ciencia y la técnica. Es el periodo que ofrece una mayor constatación de una ruptura, la evidencia empírica de un quiebre de la propia racionalidad, de la mayor crisis del pensamiento moderno.

En efecto, la serie de movimientos de protesta contra ciertas líneas de desarrollo tecnológico y contra el papel tradicional de los expertos en la toma de decisiones científicas, se transforman en las consecuencias no deseadas de esa racionalidad. Aparecen fenómenos sociológicos que responden a síntomas de un cambio en la relación entre la tecnociencia y la sociedad y a una transición teórica del modelo sociológico funcionalista al marxismo.

La subjetividad social, la racionalidad colectiva apunta y señala los desastres y catástrofes vinculados con el desarrollo industrial contemporáneo, incluidos el cambio climático, los derrames de petróleo, los accidentes nucleares, extinción de especies marinas, el rompimiento de la capa de ozono, etc., fenómenos que sirvieron de combustible para amplios movimientos sociales y fueron catalizadores de una concientización colectiva sobre los riesgos e impactos de una ciencia y una tecnología fuera de control.

Se trata de responder desde la historia y la sociología de la ciencia y la técnica a la siguiente pregunta ¿Cómo diseñar y adaptar jurídica y políticamente los consensos, arreglos y soluciones de conflicto entre las distintas fuerzas sociales emanadas de poderosas tecnología y las cuales se constituyen de manera intrínseca en un poder autoritario? Su pre-esencia inhibe cualquier posible simetría entre los actores sociales. Obstaculiza y hace confuso el entorno del principal fenómeno de horizonte contemporáneo: La extensión y proliferación de los riesgos naturales, epidemiológicos y tecno-industriales.

El surgimiento de nuevas disciplinas como la economía ambiental revela la urgencia y complejidad de los problemas, contingencias y riesgos que acompañan y caracterizan a las sociedades industrializadas y emergentes. La teoría de las externalidades como eje de la complejidad y entrecruzamiento de los intereses privados y públicos, nos permite hacer la analogía y explicar el concepto del riesgo global, como la externalidad política que caracteriza a las sociedades contemporáneas.

La analogía que nos permite hacer del riesgo una externalidad política nos lleva directamente a explicarnos el tipo de opciones tecnológicas que se fueron imponiendo a las sociedades a lo largo del siglo XIX y XX, - tal como lo demuestra una historia de la ciencias y la tecnologías que integran la presente antología- como factores sociotécnicos estructurantes sin que aparecieran clara y abiertamente los intereses a los que respondían esas decisiones.

La ausencia de transparencia sobre los intereses implícitos, hace que surjan las externalidades políticas en torno al riesgo. Particularmente aquellas que giran en torno a los vacíos de información que rodean los grandes complejos industriales, desde la energía hasta los químico-farmacéuticos. Parecía claro que lo que convenía a Monsanto le convenía a los Estados unidos o lo que le convenía a Pemex, le convenía a México. Y sin embargo, hoy todos pagamos el desempeño irresponsable y el impacto ambiental por parte de estas compañías en los últimos cincuenta años.

Esta distancia creciente entre intereses los sociales y los empresariales, a la hora de pensar en los Estados nacionales, nos remite a la necesidad de repensar la democracia como la concibieron los clásicos del siglo XVIII. Durante los últimos doscientos años, esta noción fue vaciada por el determinismo tecnológico. Las sociedades perdieron capacidad de decisión, frente a la autoridad impositiva de los objetos técnicos y en nombre del progreso marcaron su destino. Hoy parece ingenuo el ciudadano que cree que, con depositar su voto, su voluntad se impone, cuando en realidad ya está su vida moldeada hasta sus entrañas. Las desventajas de la sociedad frente a los derivados de la ciencia, y lo que dificulta a la democracia es que su control sobre el desarrollo tecnológico se dificulta, porque cuando una tecnología no está aún desarrollada es imposible predecir su futuro y cuando ya se ha desarrollado, está tan atrincherada en el mercado y la publicidad que es demasiado tarde para influir sobre ella.

Si bien el número de empresas productoras es mucho menor que el número de consumidores, su poder es totalmente asimétrico. Aun cuando resulte mucho más fácil regular el comportamiento de las empresas oferentes, que a los consumidores demandantes, el poder de las empresas les permite definir y manipular la representatividad del poder legislativo. A partir de ahí, la teoría y práctica misma del Estado moderno resulta puro espectáculo, tal como lo definía el movimiento situacionista en los años 60´s.

Costos, culpas, daños, actores, energías, técnicas, redes, mediaciones, demandas, jueces, todo se entrecruza en el manejo de las estadísticas que fluyen hacia el altar sagrado donde tiene lugar el juicio de los expertos. Controversias, debates, interferencias, medios de comunicación cómplices, todo se juega en largos juicios mientras el poder de las empresas pasa sutilmente sobre los intereses del que alguna vez fue el respetable público.

Aún cuando Walter Benjamin tuviera razón al señalar que la historia camina más por el lado del mal, el absurdo, la irracionalidad y la barbarie que por el lado de la civilización, la racionalidad y el bien, no por ello la razón deja de ser una de las más privilegiadas formas de acceder al conocimiento de los mecanismos y leyes que hacen funcionar al universo. Lo que sorprendía a Albert Einstein era precisamente que algunas veces el universo y la naturaleza se dejaran comprender a través del descubrimiento de esas leyes.

Ahí radica la fuerza de la razón histórica, que a través de la historia de la ciencia y la técnica nos permiten comprender las externalidades e internalidades, juegos cognitivos y presiones sociales que condicionaron la historia del conocimiento y sus progresos los cuales hacen inteligible la naturaleza y el universo, confirman sus leyes y nos permiten integrar el saber en una explicación evolucionista de la humanidad. Desde la geología, hasta la paleontología, pasando por la biología, la astronomía, la geografía y la botánica hoy confirmamos que no sólo es una historia de genes, como lo pretende la sociobiología, sino de articulación e interacciones entre los hombres y la naturaleza, entre grupos sociales y sus distintos intereses. Hoy tenemos una idea de las formas de funcionamiento del todo natural, incluido el cosmos y sus riesgos, los cuales nos remiten a la incertidumbre y a los límites de los conocimientos alcanzados por las llamadas sociedades del conocimiento. Recordemos que la cientificidad no se define por la certidumbre sino por la incertidumbre.

Cuenta la leyenda que una vez le preguntaron a Albert Einstein como había sido posible que el género humano haya alcanzado a principios del siglo XX a manipular el último rincón de la naturaleza, la estructura del núcleo del átomo del Uranio 235 y no haya podido evitar utilizarlo para la destrucción, el físico alemán, contestó, es que ustedes no comprenden que la física es una ciencia mucho más sencilla que la política . Entre otras cosas, podríamos agregar, porque ninguna de la ciencias sociales ni particularmente la sociología cuentan con una ley como la Ley de la Gravitación universal, ni con ninguna otra teoría capaz de articular y reordenar un vasto campo como lo es la complejidad misma del ser humano con toda su carga biológica y cultural, física e histórica, fisiológica y espiritual.

Por ello no se pueden seguir comparando y midiendo las diferentes importancias de las ciencias naturales y las ciencias sociales, pues además, pocos ámbitos de las ciencias sociales tienen posibilidad de aproximarnos al conocimiento de realidad histórica de los procesos de estructuración y construcción de la sociedad y el sujeto modernos, con tanta luminosidad como lo ofrecen las historias de las ciencias y las técnicas. Si hasta hace unas décadas la preocupación era conocer los hechos concretos y la forma en que se suceden las diferentes fases de evolución y producción del conocimiento, hoy resulta de primera importancia conocer las condiciones sociales, institucionales, económicas y políticas que condicionaron y rodearon el trabajo científico y la difusión de las tecnologías. Ahí radica la capacidad crítica y emancipatoria de la historia del conocimiento, cómo fuente de explicación de los factores que posibilitaron el conocimiento de las leyes de la naturaleza y las diferentes formas del saber, así como y el conjunto de invenciones técnicas que transformaron la vida de las sociedades modernas.

La complejidad que alcanzan las sociedades contemporáneas hoy en día sólo puede ser vista a partir de identificar la separación de los saberes y su justificación ideológica para inducir modelos sociales y tipos de organización política y económica. El molde de auto comprensión del sujeto a partir de la múltiple ramificación de corrientes de pensamiento que generó la Ilustración, corresponden a muchos de los debates que hoy intentan dilucidar la suma de interacciones individuales y colectivas, prácticas sociales y creación de modelos de pensamiento implicados con la racionalidad científica que no alcanzan a reordenar ni controlar los vastos, desproporcionados y diferentes intereses sociales derivados de sus potencialidades.

Los diferentes contextos socio-históricos que dieron origen al conocimiento, lo sorprendente de los cambios de paradigmas, la aceleración en la relación entre ciencia y técnica, destacan los debates en torno a la externalidad e internalidad de la ciencia y la técnica en donde el marxismo contribuye ampliamente como una visión que recupera la vida como criterio de verdad y no como una internalidad pura de formas lógicas formales de un conocimiento, como si una línea puramente cognitiva pudiera aislarse del peso que las condiciones materiales y los intereses sociales le imprime a la búsqueda del conocimiento. En los países del Sur, esa búsqueda se inhibe por diversas causas que son analizadas durante el curso, entre otras por la miopía de las élites dirigentes en su incomprensión cultural del papel detonador del conocimiento.

Pero esa consecuencia a la larga cobra caro porque ahora no sólo se trata de despegar material y productivamente, sino prever y regular la producción y distribución de riesgos. Particularmente cuando tiene lugar ya una creciente reacción natural y ecológica, derivada del rompimiento del envenenamiento de muchos ecosistemas. La regulación de conflictos asociados a la interfase entre medición y percepción del riesgo exige una reflexión de lo que significan hoy las nuevas tecnologías: transgénicos, átomos y radiactividad, cibernética e informática. El experto no es una solución ante el riesgo porque su información es fáctica y limitada, no da cuenta de otras opciones o soluciones culturalmente aceptables. El objeto técnico como caja negra implica y contiene una carga autoritaria que cuestiona la idea de la democracia representativa tal como fue concebida en el siglo XVIII.

Toda antología y selección de textos es arbitraria. Sin embargo, el conjunto de lecturas introductorias que se presentan a continuación, son básicas para una aproximación al ámbito transdisciplinario de la historia de la ciencia y la técnica. Inician con el trabajo de Juan José Saldaña Estudio de las fases principales de la evolución de la historia de las ciencias, de gran vigencia y actualidad en donde leemos la historia de la ciencia como un continum que otorga al lector una amplia mirada al marco histórico-cronológico en donde tuvieron lugar las grandes revoluciones científicas, particularmente a partir del corte que Copérnico plantea al cuestionar el modelo de Aristóteles y Ptolomeo, al inicio de la era moderna.

La segunda lectura corresponde a un gran filósofo e historiador de la ciencia francés de origen ruso Alexandre Koyré. Sin su lectura no se puede comprender la historia de la ciencia, la cual es analizada precisamente como una evolución del pensamiento filosófico. La influencia de las concepciones filosóficas en las teorías científicas nos lleva por el camino que hereda la lógica de la metafísica y nos presenta de manera explícita esos vínculos que entre metafísica y realidad, significaron la destrucción del cosmos griego y la geometrización del espacio, como bases de una comprensión científica de la vida, también una vez ocurrida la primera gran revolución científica a mediados del siglo XV.

Revolución en la Ciencia de Bernard Cohen, es prácticamente el recorrido por la constatación de la naturaleza de las revoluciones científicas, desde la ocurrida en la astronomía en el paso del geocentrismo tolomeico al heliocentrismo de Copérnico, Kepler y Galileo, hasta alcanzar la consolidación de la Física con Newton y La ley de la gravitación universal, lo que constituye una lectura esencial en la historia de la ciencia. Una vez superada la Escolástica, con Descartes y Bacon tendrá lugar un largo debate entre los grandes sistemas filosóficos y las nuevas disciplinas científicas más ligadas al pragmatismo y las necesidades sociales de un protocapitalismo que puso a la técnica en el centro de la dinámica social, que a su vez acarreará y jaloneará el debate entre especulación y medición que iniciara el matrimonio entre ciencia y técnica modernas y su peregrinar por la búsqueda de maternidad: ¿Es la técnica madre de la ciencia o la ciencia madre de la tecnología?.

Analizar el amplio horizonte de la ciencia en México, es reconocer que las figuras de los magos, los brujos, los alquimistas, fundidores, exploradores, médicos y gambusinos entraron a la cultura nacional más por la vía de la literatura que por la de la ingeniería y de la minería. Sin embargo, una visión más detallada nos permite comprender las tremendas dificultades que desde la época colonial presentaban las condiciones físicas y particularmente sociales que rodeaban a los científicos y técnicos mexicanos hasta nuestros días. Lo que a su vez, nos lleva por un lado a desmantelar el discurso eurocentrista que sostenía que la ciencia y la técnica eran fenómenos exclusivos de las metrópolis, y por otro nos invita a ampliar y cambiar una perspectiva común, sobre el periodo colonial, para reconocer que bajo el dominio de la Corona Española, la ciencia y la tecnología si se habían constituido como actividades y prácticas constantes dentro de la cultura nacional.

Los historiadores de las ciencias y las tecnologías latinoamericanos hemos demostrado fehacientemente que la ciencia y la tecnología forman parte de un sistema que circunscribe al planeta y cuya comprensión no se completa con el estudio de los alcances europeos o anglosajones. Las tareas que llevaron a cabo geógrafos, médicos, ingenieros, mineros, de sistematizar estudios, fundar museos, promover el conocimiento físico y geológico del territorio, pese a las condiciones sociales de gran inestabilidad, hostiles y difíciles. Aquellas generaciones de científicos mexicanos y latinoamericanos del siglo XIX, forman parte de las mejores paginas de los estudios sociológicos de la ciencia y la técnica a nivel mundial. La introducción del libro de Elías Trabulse Historia de la ciencia en México, nos aproxima a reconocer la importancia que tuvieron en su tiempo José Antonio Alzáte, Miguel Covarrubias, Manuel Orozco y Berra o Gabino Barreda, Alfonso Herrera y muchos más.

Del estamento ocupacional a la comunidad científica: astrónomos- astrólogos e ingenieros siglos XVII al XIX, es una investigación coordinada por Maria Luisa Rodríguez Sala, en donde se pasan revista a los diferentes autores protagonistas de la construcción de la actividad científica y técnica en el periodo Novohispano al siglo XIX, en donde se intenta responder a la pregunta de si ¿se trata de una comunidad científica en el sentido moderno, la que existió en el periodo? o sólo se trata de un estamento ocupacional. ¿Son las auténticas raíces de una ciencia nacional, con una fuerte comunidad o simplemente se trataba de una expansión de la división social del trabajo?

El texto de Luz Fernanda Azuela, La institucionalización de la ciencias en México durante el porfiriato nos permite identificar las ventajas de una generación que supo aprovechar las oportunidades que brindaba la Segunda Revolución industrial y crear la interrelación social entre saber y poder, que posibilitó la legitimación del régimen porfirista, que como muchos otros en el siglo XIX, imprimieron el Orden y el Progreso a sociedades rurales y agrarias y en proceso de alfabetización, a partir de transformar el carácter amateur de la práctica científica y convertirla en una política del régimen, sistematizada e institucionalizada.

Contrapunteando estos trabajos, encontramos el estudio de Leonel Corona que apunta desde otra perspectiva a esa gran tradición técnica que posibilitó la integración de la economía de la Nueva España y posteriormente la joven República a la economía mundial, con todos las limitaciones y obstáculos a cuestas, - la ausencia de una red interna de caminos y transporte, y ausencia de instituciones financieras y de crédito, - factores que incidieron en una desarticulación de la planta productiva. Sin embargo, como lo sugieren estas lecturas, las raíces del atraso y el subdesarrollo económico del subcontinente se encuentran más en la desarticulación interna que la cultura científico técnica mantuvo con la cultura empresarial y el conjunto de la cultura, como lo demuestra este profesor historiador de la tecnología de los siglos XVI al XX.

Un asomo por lo que se hace en los ámbitos de la ciencia, la técnica y la sociedad en América Latina y el Caribe, particularmente por Cuba es la lectura que nos ofrece el físico Fidel Castro Díaz Balart, como editor de la entrevista que nos presenta Jorge Núñez Jover sobre Filosofía y estudios sociales de la ciencia y las condiciones sociales e institucionales de que goza la investigación científica en Cuba en los ámbitos de las medicina y las neurociencias.

Las tendencias recientes y futuras en la historia de la tecnología es un trabajo de Carroll Pursell que nos ilustra sobre la perspectivas y orientaciones de la historia de la técnica desde la perspectiva norteamericana y mundial, de donde se puede intuir cuáles serían las orientaciones futuras derivadas de una mayor participación social en decisiones sobre asimilación de nuevas tecnologías.

Por último el lector encontrará El Sistema Métrico Decimal y la lucha por la hegemonía mundial de mi autoría, gira en torno a la metrología, su trascendencia como herramienta de emancipación social y política, y en la agilización de los sistemas de intercambio y contabilidad. Un pueblo que no sabe contar y medir, difícilmente puede acceder a la democracia y la transparencia. Sean votos, litros, voltios o riesgos, es necesario crear los mecanismos y entidades de arbitraje que permitan a una sociedad someterse al escrutinio de los objetos técnicos que miden y pesan, para evitar que los hombres se enfrenten con balas. Un tema poco estudiado en la historia de las ciencias y de las matemáticas, en donde se vinculan formas del valor, organización y medición básica, mecanismos de transparencia y emancipación que facilitaron el intercambio entre valores y la utilización generalizada del dinero, lo que impulsó la expansión del comercio local, nacional y mundial. Se trata de una historia que explica el origen temprano de la aritmética, el álgebra y la metrología, en donde vuelve a aparecer la relación entre saber y poder, conocimiento y transparencia, emancipación y justicia, a partir de la descripción de la instrumentación y difusión generalizada del Sistema Métrico Decimal.

La Introducción al pensamiento complejo de Edgar Morin, constituye la última lectura de la presente antología. A partir de reflexionar de manera transdisciplinaria el estado actual y las consecuencias sociales de los conocimientos alcanzados hasta hoy, su lectura sobre el concepto de complejidad, nos induce al cuestionamiento del determinismo clásico del siglo XVIII, causal y mecanicista, para plantearnos la reforma del pensamiento y la necesidad de pensar la reforma de los métodos de conocimiento y los planes de estudio que están formando a los futuros científicos en las instituciones de educación superior.

Sólo con conceptos que reconocen los límites del conocimiento como complejidad o caos, es que podremos enfrentar las consecuencias no deseadas de la racionalidad moderna. Requerimos una lógica más liquida y menos rocosa, mas incorporación de la imaginación, la intuición y la emoción para acceder a un conocimiento más profundo que explique porque si los primeros doscientos años de industrialización e incorporación constante de conocimiento químico, físico, biológico se realizaron a espaldas de la sociedad, se requerirá otros 100, para que la sociedad tome en sus manos el proceso de investigación básica y aplicada, salto axiológico y epistemológico, preguntando: un saber para que y para quien, sólo entonces, con una historia crítica de la ciencia y la técnica, es que se podrá reconstruir una civilización más equilibrada. Con la explosión de la población, el carcinoma de un urbanismo no planeado y los depósitos ahora geológicos de drenaje y basura, seguramente –como señala L. White – ninguna criatura como el hombre ha logrado ensuciar su nido tan rápido.

Las raíces históricas de nuestra crisis y desastre ecológico, de Lynn White, culmina y redondea la idea central del curso y la presente antología: como es que una historia de la ciencia y la técnica, nos permite acceder a la explicación por una parte de la necesidad de la movilización ciudadana ante un problema que afecta e incumbe a todos y por otra a la explicación de lo que significaría la gran carga de conocimientos que requerimos para desmenuzar y comprender cómo es que llegamos tan lejos en nuestro impacto a la naturaleza, para reconstruir éticamente la técnica, y evaluar la viabilidad real de las tecnologías alternativas, mas suaves, nobles, blandas o llamadas también ecotécnicas, las cuales paradójicamente requieren la misma dosis de investigación, pero mas recursos.


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[1] Lynn White, The historical roots of our ecological crisis. En el pesimismo certero del profesor de UCLA, esta sobre vivencia sólo sería posible si volvemos a pensar en nuestros propios axiomas y revisamos a fondo una historia de la tecnología, tal como lo sugería Marx acompañada de una historia de las grandes transformaciones ambientales derivadas de la acción humana. (volver al texto)

[2] Personal y socialmente, el reacomodo de ese poder tuvo lugar con la emergencia de comunidades científicas vinculadas al poder político. Como bien señala Hans-George Gadamer, el investigador, el científico, ya no es - entre la gente que tiene poder- un paciente administrador de bienes de la formación, sino el experto. La fama del experto y en especial del experto de la sociedad en la edad de una tercera Ilustración, es el ejemplo modélico de la aplicación de las ciencias naturales a la consumación de las tareas de la moderna sociedad de masas: todo ello ha otorgado una nueva y palpitante actualidad al absoluto de la cientificidad. Gadamer , Elogio de la teoría , pp 67. Es necesario tener en cuenta las dos pautas de racionalidad que van configurando el nuevo orden: la técnica como imperativo de productividad económica y la autoridad del experto que se convierte en juez y parte, árbitro que pontifica y otorga un aura de infalibilidad y verdad ante cualquier sospecha y controversia respecto a cualquier riesgo. He aquí el germen del conflicto que se ha venido madurando y moldeando en las dos últimas décadas. Véase también la introducción que Carl Sagan le hizo al excelente libro de Roald Hoffmann y Vivian Torrence: Química imaginada, reflexiones sobre la ciencia. Edt. FCE. México 2004. (volver al texto)

[3] Es un hecho que asistimos a una reconfiguración del desorden geopolítico mundial que redefine el lugar de los Estados en los procesos de incorporación territorial, apropiación del trabajo excedente e intercambio mercantil en una fase de revitalización del capital y fortalecimiento del capital financiero. (volver al texto)

[4] ¿Cuáles fueron los descubrimientos más importantes del periodo que va de 1450 a 1650? En física y astronomía que los planetas incluída la tierra, giran en torno al sol en órbitas elípticas. (Copérnico, Kepler y Galileo). Que el movimiento y la aceleración se producen del mismo modo y de manera regular en todos los cuerpos, estando todos ellos sujetos a la influencia de la fuerza de la gravitación universal. Esta fuerza mantiene unido al sistema planetario, siendo la fuerza ejercida directamente proporcional a las masas sobre las que actúa e inversamente proporcional a la distancia entre ellas. (Hooke y Newton). Véase J. Barzún, Del amanecer a la decadencia. Pp 312. (volver al texto)

[5] Philosopie de la science contemporaine, Paris, Gallimard, coll folio essais, 1994,p, 209. citado por Francois Lurcat, De la science ‘a l’ignorance, Edt. Rocher, Paris 2003. (volver al texto)

[6] De hecho, la velocidad y el riesgo a los que nos hemos adaptado en los últimos 50 años han alterado nuestra noción del tiempo. Pero además, como señala Magris, no es evidente que el universo tenga que estar organizado conforme a las leyes que corresponden con las estructuras de la mente y la percepción humanas; Transformar en metáfora poética los conocimientos cada vez más abstractos de una naturaleza indeterminista es el arduo desafío cultural que tiene hoy la literatura. Véase Claudio Magris. Utopía y desencanto, historias, esperanzas e ilusiones en la modernidad. Anagrama Barcelona 2001 pp. 28-29. (volver al texto)

[7] Joachim Radkau, “Learning from Chernobyl for the fight againts genetics”. En Resistence to new technology, edited by Martin Bauer. Cambridge University Press pp 337. (volver al texto)

[8] Karl Marx. La ideología alemana, Edt. Pueblos Unidos, Montevideo 1971. pp 60 (volver al texto)