En el año de 1790 al realizar obras en las calles de la ciudad ordenadas por el virrey de la Nueva España, el Conde de Revillagigedo, en la Plaza Mayor, hoy Zócalo de la Ciudad de México, los trabajadores encontraron enterradas dos grandes esculturas: la Coatlicue, descubierta el 13 de agosto y la segunda, el 17 de diciembre que corresponde al llamado Calendario Azteca.
De las dos esculturas, la que causó más extrañeza fue la Coatlicue porque es una figura de 2.5 metros de alto, con manos y pies en forma de garras, el torso cubierto con corazones, un cráneo y manos, dos serpientes en el lugar donde debía estar la cabeza y una falda de serpientes entrelazadas.
Aunque las autoridades no sabían bien que representaban ambos monolitos, actuaron con ellos de diferente manera. Así, mientras que el Calendario Azteca fue colocado al lado de la Catedral, como muestra del conocimiento y avance de los mexicanos antiguos, la Coatlicue, por su aspecto terrible, después de exhibirla en el patio de la Real y Pontificia Universidad, fue enterrada porque todas las tardes, iban a visitarla gente del pueblo para venerarla. Esta situación no gustó a los religiosos que dirigían la Universidad y por eso la ocultaron.