El 13 de agosto de 1790 fue encontrada en la Plaza Mayor de la Ciudad de México una escultura monumental hecha de piedra, hoy conocida como Coatlicue, “la de la falda de serpientes”. También el 13 de agosto, pero de 1521 ocurrió la derrota de los mexicas frente a los españoles y la caída definitiva de la Ciudad de México-Tenochtitlan a manos de los conquistadores y de sus aliados indígenas. Por esa razón, es significativo que se haya encontrado la escultura al cumplirse 269 años de ese acontecimiento.
La escultura es la representación de una deidad muy importante para los mexicas: la diosa madre indígena que también representa la dualidad del nacimiento y la muerte. Se ha interpretado que su falda era el cielo en donde se movían sus hijos: el sol-Huitzilopochtli (deidad de la guerra), astros celestes como Venus-Quetzalcóatl, y la luna o Coyolxauqui y en su regazo se representa el combate del día, la noche y los eclipses, es decir, es una representación de la lucha de contrarios, característica de la cosmovisión indígena. En las creencias religiosas indígenas, el sol da término a la noche y a las estrellas y toma posesión del cielo, y ese ciclo se repite cada día.
Cuando la escultura fue encontrada en la plaza central de la Ciudad de México, se tomó la decisión de llevarla al patio de la Universidad Pontificia para que fuera exhibida. Sin embargo, los indígenas comenzaron a llevarle ofrendas y eso preocupó a las autoridades de la Nueva España, que decidieron enterrarla de nuevo para evitar que resurgieran los antiguos cultos religiosos indígenas, que se creían erradicados por completo.
Para los conquistadores, uno de los mayores triunfos logrados con la conquista había sido la cristianización de los pueblos que habitaban el territorio de la Nueva España. Por eso, cuando los indígenas comenzaron a venerar la escultura, los españoles temieron que se retomaran las prácticas religiosas prehispánicas.