Cuando el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo, mandó nivelar el suelo de la Plaza Mayor, que ahora es la plaza principal de la Ciudad de México, se encontró, el 13 de agosto de 1790, la escultura en piedra de la Coatlicue a metro y medio de profundidad, considerada por nuestros antepasados madre de los dioses y deidad terrestre. A finales de ese mismo año se halló, de la misma manera, la Piedra de Sol.
En su Descripción histórica y cronológica de las dos piedras…, publicada en 1792, Antonio de León y Gama da cuenta de ambos hallazgos y describe exhaustivamente cada uno de esos monumentos arqueológicos.
De León y Gama dice que la escultura de la Coatlicue es una piedra dura y compacta, semejante a la que se empleaba en los molinos de aquella época. Hoy sabemos que este monolito pesa tres toneladas, y que sus dimensiones precisas son 1.6 metros x 1.5 m. de base, y 2.5 m. de altura.
En el mencionado estudio, el autor mexicano señala que el monolito está grabado por todos los lados: la vista principal y la parte posterior; las imágenes de perfil o de costado son iguales a las de la parte superior de la cabeza y de la base.
Según De León y Gama, el monumental monolito no estaba asentado sobre un lugar plano horizontal, sino que estaba suspendido en el aire, mantenido por dos columnas, colocadas en lo que corresponde a sus brazos; en estas columnas el monolito estaba empotrado fijamente. Esta situación hacía que se viera “una estatua colosal de grande altura” para su mayor admiración y veneración por parte de los antiguos pueblos prehispánicos.
En su descripción, Antonio de León y Gama dice que todo el cuerpo de la estatua forma dos figuras casi semejantes, y estrechamente unidas, que no se distinguen sino en algunas señales particulares. La principal es un cuerpo de mujer, sobre cuyos pechos tiene asentadas cuatro manos, con las palmas para fuera.
En la imagen que está en la parte posterior, o espalda, se ven dos manos también vueltas, y los dedos pulgares de otras que aparecen sobre los hombros, y en medio de ellas un lazo. Cubre los rostros de ambos cuerpos una máscara, que es igual en los dos lados. Arriba de las manos, en una y otra figura se ven unos sacos o bolsas en forma de calabazas, que contienen el copal que le ofrecían a esta diosa como incienso.
En la cintura del monolito se pueden ver atados dos cráneos de hombres, uno por delante, y otro por detrás, uno mayor que el otro, y si la estatua se ve de perfil sobresalen ambos cráneos.
La estatua tiene una cinta con la que están atados los cráneos, la misma que entra por los conductos del oído; y en la imagen, de frente, continúan atadas a esta cinta las manos y las bolsas, tanto las de adelante, como las de atrás, hasta rematar en el lazo, formando un collar de todas ellas; pero en la imagen posterior está el cráneo atado separadamente en la cintura.
En su estudio León y Gama dice que la diosa que representa la piedra es Teoyaomiqui, que significa morir en la guerra divina, o morir en defensa de los dioses. Pero, explica que en realidad se trata de una imagen polisígnica y polisémica porque tiene una serie de símbolos que reflejan su asociación con varias deidades del panteón prehispánico, tales como: Quetzalcohuatl, Huizilopochtli, Cihuacohuatl, Chalchihuitlycue, Tlaloc, Tetzauhteotl, Cohuatlycue, entre otros. Esta última diosa, Cohuatlycue, significa “falda de culebra”, y con ese nombre se le conoció posteriormente hasta nuestros días a esta emblemática escultura prehispánica.